Fomentar el amor
por la literatura es una misión compartida entre la familia y la escuela, aunque no existen fórmulas mágicas para lograr
esta formación, sabemos que contagiar el gusto por la lectura es una acción
progresiva que se logra con trabajo diario y con la utilización de diversas
actividades que colaboren con esta mágica tarea.
La familia es una clave fundamental de este
proceso, pero la escuela tiene un papel muy importante que es la integración de
las experiencias de los niños en el hogar, la comunidad y el aula, creando
situaciones que los lleven a leer diferentes textos tomando en cuenta sus
inquietudes y necesidades. Puerta y Gutiérrez (2004) afirman que “la creación
de contextos para formar lectores implica promover una serie de actos de
lectura que permitan a nuestros hijos o nuestros alumnos disfrutar como oyentes
o como lectores de una amplia variedad de textos”.
Sin duda alguna el amor por la literatura no se enseña, el amor por la
literatura se construye, se comparte y se respeta, es un trabajo conjunto donde
participan varios entes, comenzando por el hogar; la familia debe conceder el
primer acercamiento de los niños con los libros, seguido por la escuela donde
se incentiva la lectura por medio de diferentes estrategias y con la
utilización de una variedad de recursos atractivos y motivantes.
Sabemos que la literatura es un arte que
proporciona conocimientos, placer y gratificación, además le permite a los
niños compartir sentimientos, ser más imaginativos y creativos, es por ello que cada lectura es una nueva
aventura para ellos, así sea del mismo texto en repetidas ocasiones. La
capacidad estética del texto literario se manifiesta en la interpretación que
se realiza del mismo y mientras más se lea más satisfactoria será la
experiencia con el pasar del tiempo.
Necesitamos motivar a los niños a que sean
lectores, a que vivan la literatura como una experiencia de vida satisfactoria,
de esta forma se convertirán en personas críticas, reflexivas y analíticas.
Esto los ayudará a su desarrollo personal, social, cultural, académico,
profesional, en fin, a convertirse en un ser completo que aprenderá lo mejor de
muchos mundos.
Es importante entonces que, tanto la familia como los maestros, le den
el valor necesario a la literatura, que crean en ella, la vivan y la compartan
con sus hijos y estudiantes. Llenemos nuestros hogares y aulas de letras, de
esa tinta que nos hará ir más allá de lo imaginable.
REFERENCIA: Puerta, M. Gutiérrez, M y Ball, M (2004) Una literatura para la infancia. Revista
Brújula. Año 2 N°29. Caracas. Venezuela.
Profa. Angélica Taboada
Profesora en Educación Especial - Dificultades de Aprendizaje
Magister en Lectura y Escritura
Profesora Universitaria
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