La moraleja es una lección o enseñanza que
se extrae de un cuento, fábula o historia, una enseñanza que aporta
conocimientos morales a los seres humanos, más específicamente a los niños y
jóvenes.
Desde
los inicios de la literatura para niños y jóvenes ha estado presente la
moralidad y la idea de dejar un aprendizaje con cada uno de los textos leídos,
los cuentos clásicos son un gran ejemplo de ello, como es el caso de Caperucita
Roja escrita por Charles Perrault en 1967, con su lectura se evidencia que le
da una advertencia a las niñas de la época señalando que los hombres son como
lobos que sólo quieren “comérselas” y que deben cuidarse de ellos, evitar que
se metan en su cama y ase aprovechen de ellas. A través de los años esta
historia ha sufrido muchas adaptaciones pero siempre con la intención de dejar
una enseñanza.
Así
como Caperucita Roja, hay muchos autores identificados con la literatura
moralizante, actualmente esa idea se ha dejado un poco de lado, pero de igual
forma varios adultos (padres y docentes) generalmente buscan textos en los que
los niños aprendan lecciones de vida. En la escuela especialmente, la lectura
literaria en ocasiones se encuentra ausente y cuando aparece es con propósitos
específicos como la extracción de la enseñanza o fines netamente didácticos
(prácticas de lectura en voz alta, comprensión de la lectura, reproducción
escrita, entre otros)
¿Qué
debemos buscar entonces en la literatura? Leer va más allá de decodificar
letras, de responder preguntas de comprensión o comprobación y por supuesto de
descifrar moralejas. Leer es vivir una experiencia que nos lleve a viajar por
el mundo, conocer historias increíbles, recrearnos y disfrutar cada una de
ellas; con cada palabra leída deben aflorar sentimientos y emociones, es decir,
se debe crear una conexión entre el lector, el texto y también con el autor,
esa persona detrás de las líneas que amamos u odiamos dependiendo de lo que nos
diga, todo esto lo podemos lograr considerando las siguientes sugerencias:
-
Leamos
con los niños textos que escojan ellos mismos y no impuestos por los adultos.
-
Evitemos
interrogar a los niños, antes, durante o después de la lectura para saber si
están comprendiendo, probablemente ellos mismos quienes hagan las preguntas. Se
puede interactuar con ellos con la finalidad de estimularlos a seguir leyendo.
-
Existen
textos que contienen moralejas al final y sabemos que las fábulas son un tipo
de texto que se caracteriza justamente por eso, con el resto de las historias
no es necesario solicitar la extracción de la misma.
-
Si
deseamos realizar actividades luego de la lectura, debemos procurar que sean de
disfrute, de esta forma los niños siempre querrán que se les lea en otras oportunidades
y en su momento ellos buscarán leer por su cuenta.
Para
leer no hay recetas, podemos encontrar y
ofrecer muchos consejos, como en este caso, pero quien realmente dicta la pauta
es el lector, es decir, los niños. Deben ser ellos los que decidan tanto lo que
se va a leer como lo que se hará al finalizar, si podemos tener una
planificación previa que nos sirva de guía, pero debemos recordar que toda
planificación es flexible y que se puede redireccionar en función de los
intereses de nuestros pequeños.
Lo
importante es que reconozcamos que los libros nos abren puertas para el
disfrute, la distracción, las experiencias, las emociones y un sin fin de
vivencias, y que nuestros niños deben sentirlo de esa misma forma como bien lo
dice Michèle Petit “Nunca es cuestión de encerrar a un lector en un casillero, sino más bien de
lanzarle pasarelas, o mejor aún de darle ocasión de fabricar sus propias pasarelas,
sus propias metáforas.”
Profa. Ang;elica Taboada
Profesora en Educación Especial - Dificultades de Aprendizaje
Magister en Lectura y Escritura
Profesora Universitaria
Promotora de Lectura
Colaboradora de Peque˜ñas Estrellitas @PeqEstrellitas